En los últimos días volvió a instalarse la idea de aplicar un impuesto a cada extracción de efectivo, reemplazando el impuesto al cheque. La propuesta plantea cobrar un porcentaje cada vez que una persona retire dinero del cajero o por ventanilla, con el objetivo de promover los pagos digitales y desalentar el uso de efectivo.
Sin embargo, distintos especialistas advierten que la medida impactaría principalmente en trabajadores, jubilados, comercios chicos y pymes que dependen del efectivo para sus gastos cotidianos. Mientras tanto, el efectivo que circula por fuera del sistema —el que mueve la informalidad real— seguiría prácticamente sin ser afectado.
El impuesto al cheque, aunque distorsivo, aporta una parte importante de la recaudación nacional. Por eso se busca reemplazarlo, pero cambiar el momento en que se cobra no resuelve el problema de fondo: la alta informalidad y la falta de un sistema tributario más equitativo.
Para la mayoría de la población, la aplicación de un impuesto al retirar su propio dinero significaría una carga adicional sobre ingresos ya declarados y bancarizados. Quienes se verían alcanzados serían los sectores que cumplen con el sistema, mientras que los grandes movimientos de efectivo fuera de los bancos quedarían sin efecto.
La discusión de fondo es otra: cómo modernizar el sistema de pagos, combatir la evasión y aliviar la carga sobre quienes viven de su salario o jubilación, sin recurrir a impuestos que terminan recayendo siempre en los mismos.
Fuente El Entre Rios




