Pesadilla en Salta: Revelaciones impactantes de una víctima de los ‘rituales’ umbanda y la injusticia de la prisión domiciliaria para sus agresores

En un oscuro rincón de Salta, la vida de N.A. se convirtió en una pesadilla que duró casi cuatro años, marcados por torturas, explotación sexual y rituales siniestros en un templo umbanda dirigido por Jorge Juan Soria Villalba y María Ester Arroyo. El Tribunal Oral Federal N°2 de Salta finalmente emitió una condena de 9 y 8 años y 2 meses de prisión para los líderes del culto, pero N.A. cuestiona la baja penalización y la sorprendente decisión de concederles prisión domiciliaria.
En una conversación con TN, N.A. compartió los horrores a los que fue sometida: desde ser cubierta de tierra de cementerio hasta ser quemada y forzada a cortarse las manos. La víctima, que inicialmente llegó al templo vulnerable emocionalmente, expresó: “Llegué a ellos quebrada espiritualmente, y me destruyeron”.
El relato de N.A. revela cómo, bajo la fachada de ayudar a la gente, los líderes del culto utilizaron tácticas manipuladoras y coercitivas para alejarla de su familia y negocio, sumergiéndola cada vez más en el oscuro mundo de la Umbanda. La obligaron a cerrar su negocio, la apartaron de su familia y la forzaron a dedicarse por completo al culto.
Cuando N.A. expresó su deseo de tener una relación, los líderes accedieron, pero con condiciones draconianas que la llevaron a la explotación sexual. Su testimonio detalla cómo la obligaron a tener 20 clientes por día y a entregarles parte de sus ganancias. Los castigos físicos y sesiones de tortura se volvieron moneda corriente cuando intentó rebelarse, y su desobediencia le costó ser humillada, quemada y obligada a cortarse las manos.
La liberación de N.A. finalmente llegó cuando se enfrentó a la realidad durante una sesión brutal que la hizo comprender que su vida estaba en peligro. El apoyo de un compañero de religión y el acompañamiento de la Defensoría Pública de Víctimas fueron fundamentales en su proceso de liberación.
La resolución judicial estableció una reparación económica de 12.357.632 pesos para N.A., reconociendo los daños sufridos durante los más de tres años de horror. A pesar de la victoria en los tribunales, N.A. lleva consigo las cicatrices emocionales y la pérdida de lo invaluable. En sus palabras, “Por ellos siento vergüenza, ya no tengo bronca. Esa mochila se la tienen que llevar ellos”. Este caso, complejo y retorcido, destaca la importancia de proteger a las víctimas en casos de trata y explotación, y pone de manifiesto la necesidad de una justicia que refleje la gravedad de los crímenes cometidos.